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QUÉ BARBARIDAD

Una reseña sobre Al encuentro de no sabemos qué cosa de Santiago Úbeda Cuadrado

Por Hildeberto de Bingen

¿Cómo pudimos recopilar información, reservar hoteles, encargar unas pizzas, la vida, vamos… sin internet? Me ha venido a la cabeza un dicho sobre el tamaño (que importa más de lo que dicen los damnificados/as), “Vela larga o vela corta: lo importante es que alumbre”. No tuve suerte. Ya no sé mirar o mi memoria se corrompe como la salud del planeta y me invento los recuerdos. Viene esta reflexión (o lo que sea) a la naturaleza de algunos extensos poemas del último libro de Santiago Úbeda Cuadrado, Al encuentro de no sabemos qué cosa, segunda obra (odio la palabra poemario) tras su opera prima El rey desnudo.

Navega el autor en largos poemas-río, narrativos, épicos, sugerentes, aunque no abandona el lirismo asociado de manera común a lo poético. Pero está en los submundos de algún verso, bajo la piel del rey en pelotas, en la inconsciente persecución de algo que no sabemos qué es ni dónde está. Un camino a ninguna parte, la vida otra vez, vamos.

El poeta ha decidido comenzar con una pieza titulada Road Poem. Qué gran poema. He visto poetas de menos fuste llegar a la Final Four del Premio Nacional de Poesía (parafraseando con mucha licencia al replicante de las naves más allá de Orión de la película buena de Blade Runner, la primera). Una prueba: Dije que iba dentro de un autobús rumbo a Barcelona. / Dentro de un sueño por la A-2 o autovía del nordeste. / El paisaje se sucede al otro lado de la ventanilla. / Como en un sueño. Un sueño dentro de un sueño. / Pero también está la Eternidad. Del otro lado. / Del otro lado del sueño unos paneles de plástico / transparente aíslan a los bloques de la autovía. Pero hay que leerlo entero para calibrar su categoría, su grandeza.

Mejor que Ginsberg. Mucho mejor que Kerouac. Que aprendan a escribir los seguidores de Bukowski que pululan por las letras hispanas. Con meter dos pollas y tres borracheras ya piensan que han escrito un poema. Úbeda parece de otro planeta frente a la vulgaridad de tanta clase media baja entre los que se autodenominan poetas en redes sociales y que nos atorran con sus malos versos (perversión que se ha agigantado en tiempos del COVID-19, o la COVID, o como se diga).

Brutal también el poema Día de baja laboral, que abre con una cita de Oliverio Girondo, toda una declaración de intenciones. Un aperitivo: Tumbados en la cubierta el sol balancea el agua vuestros cuerpos. / El tiempo que es se detiene y también el que no es: ninguno. / Y en el último giro del horizonte antes de caer, una voz. / Van Morrison se desgañita: su voz orgásmica canta Brown eyed Girl.

Traigo aquí una pequeña parte de otro poema digno de mención, El desterrado: buenas noches / les presento al desterrado / hoy / jueves 10 de diciembre de 2015, a las doce en punto del mediodía / en mitad de un frenético inventario de material quirúrgico / el desterrado está siendo invadido por la punzante nostalgia / de la vida que tuvo cuando vivía en su lugar de nacimiento.

Existen dos maneras de reseñar una obra: la crítica, sesuda, filológica, histórica o filosófica. La de los que saben. Y luego la otra, chispeante como una bebida de cola. Diversión, la de los que no sabemos tanto. Mis limitados conocimientos me dan para relatar que el libro está estructurado en cuatro partes: En algún lugar del camino (con ecos de Dante, Machado o Cavafis), Encuentros (Y desencuentros), que a mí me recuerda a Spielberg y las fases de contactos con alienígenas, Trascendencias (o cómo mira las cosas el poeta) y Algunas conclusiones.

Con prólogo de Ramiro Guardia, Al encuentro de no sabemos qué cosa presenta un dominio de los recursos retóricos junto al desarrollo de conceptos como la gravedad de la vida (no la de Newton). Humor, ironía, desconcierto, un golpe a la conciencia y al corazón. Poesía de verdad.

Pido disculpas, querido lector, por las interrupciones o digresiones en el texto. Yo realmente he venido a hablar de su libro, de Al encuentro de no sabemos qué cosa, pero un leve y particular déficit de atención (tiendo a la dispersión, qué le voy a hacer) me lleva a perderme en mil batallas.