La montaña de barro

12,00 Impuestos incluidos

Rafael-José Díaz

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Descripción

LA MONTAÑA DE BARRO
Rafael-José Díaz
Madrid, marzo de 2023
Colección Poesía, nº 80
64 páginas, 14 x 21 cm.
Rústica con solapas
ISBN: 978-84-126327-3-6
Precio: 12 euros (IVA incluido)

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EL LIBRO:

El nuevo libro de poemas de Rafael-José Díaz, La montaña de barro, constituye una novedad en la trayectoria de su autor: por primera vez ha escrito un poemario integrado enteramente por poemas en prosa. Se trata de un libro arriesgado en varios sentidos: no solamente por su lenguaje lacónico y a la vez minucioso, despojado y al mismo tiempo lleno de imágenes, sino también por tratar, de un modo sutil y, sin embargo, a veces crudo, un tema como el del cruising. Exploración de un espacio concreto cargado de significaciones (eróticas, geológicas, vegetales, simbólicas e incluso mitológicas), La montaña de barro viene a ser una especie de crónica poética de instantes vividos entre el deseo y la memoria, como si fuera posible que la existencia humana, en su inmensa precariedad, pudiera hallar en ese barro primordial en que los personajes de este libro hunden los pies algún resquicio de verdad.

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POEMAS:
(extracto)

hubo, al principio, una imagen que lo desencadenó todo: no diré ahora mismo cuál fue, la guardaré en los huecos que separan las palabras —y, aunque soplar en ellos no bastará para aventarla, quién sabe si no ganaría este texto en transparencia si, en vez de leerlo saltando de palabra en palabra, se escondiera el lector en los escondrijos que las separan y las unen y, tirando de las letras iniciales y finales, las desvencijara, desvencijara las palabras, digo, y las recompusiera, las distorsionara, incluso, hasta lograr que el texto dijera lo que intenta evitar decir, quién sabe—, la guardaré en los intersticios, decía, hasta que, en algún momento, asomando como desde dentro de una cueva de mil recovecos, aparezca la imagen y lo disipe todo. Pues quizá lo que al principio desencadena unos hechos lo haga, en definitiva, para acabar desvaneciéndolos, borrándolos.

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la tarde colgaba allí de las ramas como si fuera un juego de abalorios. Abalorios de color esmeralda, bisutería de moho que se retorcía entre los aparatosos ramajes y que tintineaba cuando pasaba una de esas ráfagas que nos estremecían y nos hacían subirnos los cuellos de los suéteres. Era una tarde de fantasía, una tarde dentro de un cofre, una tarde que había sido sacada de un cofre escondido dentro de un baúl, bajo un juego limpísimo de sábanas, un baúl arrinconado en un trastero al que nadie subía, y allí estábamos nosotros, flotando entre los ramajes que, como colgajos de la tarde, brillaban de un modo casi imperceptible, pues eran tantas las capas y los cierres y las puertas que los habían preservado desde hacía tanto tiempo que llegar hasta el corazón de todo aquello resultaba casi imposible.

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he visto, lo diré sin ambages, que la única vida que aquí podía recibir ese nombre era la que parecían desprender las copas de los más altos árboles, y esto sólo en algunas tardes especiales, de lentos atardeceres espectrales, en los que de pronto, en medio de la irrealidad de todo, surgía una burbuja de luz que se expandía desde las últimas ramas y que el cielo capturaba como para juguetear con ella, como hacen los ninños con las burbujas de jabón gigantes que los saltimbanquis les brindan en las plazas de las grandes ciudades. Así, era un instante bobo, una nadería imperceptible entre las hojas y el cielo, un resto de luz que acaso se había quedado atrás, lo que me parecía, lo afirmo sin demasiada certeza, contener un poco de vida hacia la que mirar, con la que identificarse, mientras abajo, en toda la extensión que abarcaba la vista, las sombras habían barrido hacía tiempo cualquier atisbo de vida, de vida que pudiera merecer ese nombre.