Putitos

13,00 Impuestos incluidos

Ángel Borreguero

Categoría:

Descripción

PUTITOS
Ángel Borreguero
Prólogo de Luis Antonio de Villena
Epílogos de Mario Martín Gijón y
Elvira Navarro
Madrid, abril de 2023
Colección Poesía, nº 81
88 páginas, 14 x 21 cm.
Rústica con solapas
ISBN: 978-84-126327-4-3
Precio: 13 euros (IVA incluido)

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EL LIBRO:

(Del prólogo):

Al sobradamente letraherido Ángel Borreguero le gusta la vida de noche, y los mundos de la crápula y del vicio, en los que se puede ser participe o espectador, pero donde siempre se aprende. La cocina literaria de las noche turbias o luminiscentes otorga muchas sorpresas cultiparlas, como este muy peculiar libro de Ángel, que no quiere ser provocador: Putitos. Quizás no es poesía, tampoco prosa: es un turbión, una concatenación de imágenes ?solo imágenes distintas? que debe leerse como greguerías líricas, obscenas, sucias y brillantes brotadas de los muchos submundos. Desde el hermoso chico perdido, con camiseta sudada, chinos y pelo de axila, hasta la gorda que sufre (íquerido Orson Welles!) porque se sueña virgo prerrafaelita con los tacones rotos. Borreguero nos da un extraño y atractivo libro de prosa poética o poesía en prosa aforística, que exuda miles de imágenes de putrefacción y brillos.

Este libro es nuestro mundo perdido. Y Ángel Borreguero, que también es crítico, se estrena extremeño como el rey de la versiprosa, con piernas de vellos y labios con kétchup o mermelada o chicle. Lo saludo como transgresor en un mundo culto y vulgar que precisa transgresiones… Saadi: «Aunque de ti viniera a mí una flecha, / no apartaría la mirada.»

Madrid, febrero de 2022

LUIS ANTONIO DE VILLENA

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POEMAS:
(extracto)

ES EL CHAPERO DE LOS OJOS DESHECHOS y el pelo pelirrojo o pelirrubio como una confitura de manzana. Un cortecito en el pubis, los muchos granos, las erupciones rojas y malvas. La barriga como inmenso acuario, los ruiditos hidráulicos, los trozos que se mueven dentro y uno se imagina amarillos, rosas, encantadores siempre.

Los antojos como peces miniatura de Borneo, la carita de príncipe etíope, la babita jovial, descolorida, de twink en las últimas (de pajarito rosa o carrete de hilo animado).

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TIENE UN LUNAR ROJIZO en la cara amarilla, diarreica, y habla como colocado. El color brumoso, como de pintura fresca todavía, de la cara ancha y plana, los balbuceos interferentes en su discurso.

Tiene también mucha querencia por los católicos anglos, por Sebastian Flyte y Gilbert Pinfold y la Fabiola del cardenal Wiseman, la cosa rubia y despreocupada del college, ositos de peluche, mohínes, la cara como un bollo, hinchada y por dentro migosa, las chaquetas color limón.

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EN LA TORRE AMARILLA, las cosas delirantes: un puñado de libros, un Hesse, el olor a gominola, el falo largo y picudo, una presencia indudablemente benefactora. La cosa lluviosa, las piedras, alguna chica guapita, con el pelo entrecano o entre lo que sea, una bebida checa, dulce y algo nauseabunda, como un olor corporal.

Es el putito de carrillos blandos, el bocito sobre el labio grueso, el olor a goma, a col hervida, a golosinas. La camiseta sudada (manchada en la sisa), los lamparones encantadores.

Unos bollos de leche, comidos en la semioscuridad de una casa involuntariamente arcaizante, los sillones de tela, los colores fríos, el olor a ajo. La barriga gorda, cuatro erupciones mínimas cerca del ombligo, el pelo claro.