Poesía necesaria
Por Antonio M. Figueras
Mi táctica y estrategia no se parecen a las de Mario Benedetti. Forma parte de una antigua tradición de vinateros de la tierra de mis ancestros. Los libros de poesía pueden añejarse en barrica de roble o en tinaja metálica para grandes volúmenes. En el primer caso, el mío, apuesto por el paso y el poso del tiempo. Y así procedo a beberme los mismos poemas en varios tragos con intervalos quizá excesivos.
Saco de la bodega Punto de no retorno a Pedro Andreu (Mueve tu lengua), una obra donde me he detenido, tal vez demasiado, noqueado por versos como estos: “y me he apuntado a clases de alemán / porque quiero aprender a morirme en otro idioma que no me entienda”
No hace falta buscar sus datos biográficos por las redes. Lo dejó escrito: “Nací en Palma en el 76. Fui filólogo tardío, pero no ejercí. Durante los últimos años me gané la vida trabajando de noche como integrador social en un centro de acogida para víctimas de violencia de género. Antes fui encuestador, pintor de brocha gorda, vendedor a puerta fría, camarero, repartidor de pizzas, dependiente de videoclub, extra en algún largometraje, guionista de audiovisuales, cooperante internacional en Paraguay durante año y medio, lector y corrector editorial, mesonero en un refugio de montaña, profesor de español, ayudante de técnico en control de stock para una cadena de supermercados y no sé cuántas cosas absurdidades más (como cualquiera que haya pisado el siglo XXI)”.
Explica Lola Illamel en el prólogo que este libro es la “crónica del poeta Pedro Andreu desde el momento de su diagnóstico de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), hasta el punto de no retorno”. El peligro de una obra concebida con tal partida y meta está en la construcción (y se entendería) de un poemario demasiado emocional, pegado a la piel del autor, donde lo literario puede resentirse. Pero qué hostias, tendría todo el derecho a quejarse, a gritar, a llorar. Lo hace, pero también articula unos versos en cuyos silencios se destila talento y la mirada de quien sabe lo que se cuece en el mundo, más allá de tópicos virales y memes.
Literatura de la enfermedad, sí, vale; mapamundi del yo, también; aunque sobre todo se perfila una obra original, intransferible, fiel a una trayectoria cada vez más propia. Su fama en redes sociales le emparentó en tiempos pretéritos con una secta de poetas de no siempre buen gusto. Pero Pedro Andreu siempre fue especial.
Lo verdaderamente difícil, y Pedro sabía hacerlo, consiste en afinar poemas formalmente esculpidos con todo el arte del mundo y parte de la Vía Láctea que además comuniquen dolor, rabia… y amor.
En su particular casa de citas nos recita, entre otros, Oliverio Girondo: “Muerte puta, muerte cruel, / muerte al pedo, muerte implacable, / muerte inexorable, misteriosa muerte”. Nunca perdió la ironía, el humor negro, porque la ELA “te irá inmovilizando como una inyección / como una anaconda silenciosa / hará contigo lo que quiera / como chuck norris con los malos”
Los tratamientos, las visitas a los médicos, las rutinas, le dejan hecho polvo: “como un condón usado que parece una medusa agonizando / como una mujer agredida sexualmente a la que han colocado / las bragas del revés y tiembla / en el arcén de una carretera debajo del diluvio / tirada a la intemperie despiadada del siglo XXI”
A pesar del presagio de lo inevitable, sacude con su capacidad lírica la terca realidad: “algunas tardes la palabra árbol / se me queda sin ramas y me crece musgo en la cara norte de mis pulmones”
No pone comas, ni puntos porque no respira en el final de este viaje. Memoria, recuerdo, evocación de la infancia, su perro, la loca juventud, la muerte de su padre, los sinsabores familiares se han plantado en un libro alto y profundo.
Queda lugar en sus alforjas para la metapoesía y el metalenguaje: “mis poemas mienten / porque la literatura es poco más que eso / maneras de enfrentar el desacuerdo ciego / entre esta realidad y tantas cosas que soñé” o “que lo importante del poema son sus sombras / y que nada vuelva a permanecer intacto” o “de momento / disfruto estrellando los sábados / contra los quitamiedos de la literatura cursi”
Fue Pedro Andreu (lo sigue siendo) un poeta social en el mejor sentido. Ni en los últimos días abandonó su preocupación por las cosas de este planeta: “y Ucrania llora en pie / sola contra el desastre”