Descripción
HIPIAS
Jorge Solís
Madrid, octubre de 2025
Colección Tiresias, nº 1
172 páginas, 17 x 23,5 cm.
Rústica con solapas
ISBN: 979-13-990130-8-5
Precio: 16 euros (IVA incluido)
* * *
EL LIBRO:
El poeta quiere que seas Hipias. Hipias tirano, pero no usurpador. Hipias vengativo, mas no el primero en derramar sangre.
El poeta quiere que te dejes seducir por la belleza para encontrarte frente al «oscuro espejo de los hombres», solo en una reunión con lo humano, con el dolor, el dolor de siempre… «No».
Tragedia-poesía o poesía dramatizada para contar la pasión entre Aristogitón y Harmodio en el contexto de la Atenas bajo la tiranía de los pisistrátidas (VI a. C.).
Teatro para ser leído o poesía para ser representada en la que poetas, soldados y ciudadanos discuten en torno a la posibilidad del lenguaje para conocer la verdad y la historia, historia
qué conoces,
ya hechas las palabras, el tiempo
y esos hombres, qué conoces
qué conoces.
TEXTO:
(extracto)
ACTO I
Escena 1
Atenas, la de las prodigiosas piedras,
entera y quieta se muestra
como aguardando una tormenta
que en el porvenir acecha.
El murmullo la recorre
la vida eleva
las corrientes de aire y las palabras
desde la boca de un poeta que canta y reprocha
en las soledades altas.
Oh, Anacreonte, los tiempos ya se han ido
Alceo y Safo han muerto
y los poetas solo cantan sus delirios.
[Simónides de Ceo]
¡Sí! ¡Con una copa de vino! ¡Ja!
[Anacreonte]
Tú el primero, amigo,
eres de entre los peores, el peor.
[Simónides de Ceo]
Y aciertas
pero el tiempo que me queda es breve
demasiado breve, y yo solo quiero
el agua y el vino que el alma me adormezcan.
Pronto me habrás de enterrar
y los muertos no beben, no aman, no desean.
[Anacreonte]
Lamentas de la muerte
en los placeres funestos
y sin embargo
la noche entera pasas pulsando la lira,
amiga de los muchachos.
[Simónides de Ceo]
y las muchachas
[Anacreonte]
y todo lo que tu dulce habla atienda
en tan poco.
Solo Esmerdies te dura.
[Simónides de Ceo]
Ay ¿por qué lo mencionas?
[Anacreonte]
Amigo, ¿no podrías, como la de Lesbos,
pensar que lo más hermoso
es lo que uno ama
y no entre el vino y las noches largas
los anhelos evadir
de cama en cama?
[Simónides de Ceo]
Oh, ella, la de Lesbos,
la que entreabre su boca en pos de otra.
Prefiero aquello de Alceo,
pues
mientras jóvenes seamos,
más que nunca, importa gozar de todo
aquello que un dios pueda ofrecernos.
[Anacreonte]
¿Joven? ¿Pero no decías
que te ibas a morir
hace dos palabras?
[Simónides de Ceo]
Poco favor me prestas
con tu sincera memoria.
[Anacreonte]
Avanzaban ambos entre colores de columnas
piedra pulida y sombra, uno,
el de la derecha,
mirando al frente,
mientras el otro,
con su pecho girado
suplicaba en sus gestos
caminando de lado.
Ten cuidado, pues quizá
te cruces con los pisistrátidas.
[Simónides de Ceo]
Los pies
que uno tras otro pisaban,
primero uno y luego otro, pararon
¿Por qué dices eso?
[Anacreonte]
Hemos gozado del favor de Hiparco,
que vela por los artistas y poetas,
pero hay en ellos, especialmente en Hipias,
la negra ceniza de la muerte.
[Simónides de Ceo]
Yo no tengo asuntos con ese tirano.
[Anacreonte]
Ante el desdén de uno
el cuerpo del otro temblaba
¡¡¡Shhhhh!!!
¿Acaso has olvidado dónde estamos?
[Simónides de Ceo]
Temerosas
las cabezas giraron
calladas,
buscando lanzas funestas
Calla y no digas más.
Tú que gozas de los muchachos,
cuídate de «sus muchachos»
pues nada hay más peligroso
que estar entre cazador y presa.
[Simónides de Ceo]
Oh Dioses, ya me veo en el Tártaro.
[Anacreonte]
Piensa en su última obsesión,
el joven Harmodio;
ni se te ocurra cruzarte con él.
[Simónides de Ceo]
Ah, ese bello muchacho.
Una pena que el viejo Aristogitón
de sueños y caprichos lo colme.
[Anacreonte]
Reanudaron su marcha
menos altos que antes.
El lugar, iluminado
por la luz ciega que existe
en la inminencia del trueno
contenía un viento cruel
casi rojo
y al fondo de la estancia
un eco repetía las súplicas
de unos hombres.


