Descripción
UN ÁRBOL QUE TIEMBLA
Isabel Marina
Prólogo de Ángeles Carbajal
Ilustraciones de Federico Granell
Madrid, septiembre de 2022
Colección Poesía, nº 75
96 páginas, 14 x 21 cm.
Rústica con solapas
ISBN: 978-84-125342-7-6
Precio: 13 euros (IVA incluido)
* * *
EL LIBRO:
(Del prólogo)
La poesía de Isabel Marina me recuerda las sugerentes palabras de Blanca de Navarra que sostenía que la melancolía «era lo propio de toda alma bien nacida». No sé si tenía o no razón Blanca de Navarra, pero en la poesía de Isabel Marina hay un alma bien nacida, una melancolía no exenta de dulzura y llena de piedad, tal vez a un paso de sentir como sentía Victor Hugo que «la melancolía es la felicidad de sentirse triste», puesto que su poesía es un canto íntimo y en voz baja, pero nítido, de amor ininterrumpido sustentado en una esencial percepción y expresión de la belleza. Así son constantes en ella no solo las reflexiones comunes a quienes vivimos esas mismas experiencias, y que comparte con una honestidad encomiable, puesto que no intenta impostar su sencillez comunicable con malabarismos «metafísicos» inextricables, sino también las «iluminaciones» en la captación de espacios y momentos para los que encuentra imágenes de alta y bellísima expresividad: «Ofelia ha muerto / y nosotros ya solo somos / el río que la lleva / hacia la eternidad».
Ángeles Carbajal
POEMAS:
(extracto)
UN ÁRBOL QUE TIEMBLA
Sucesión de los días
como estrellas que se reflejan
en el agua,
como soles que se pierden
en cielos mitológicos.
Solo este papel blanco refleja
la marca de una existencia,
y pronto será borrado…
Entonces quedará
lo que nadie sabrá interpretar.
Miro mi mano:
sus huesos son
un árbol iluminado, un árbol que tiembla.
* * *
LA CASA
Aún se siente la presencia de la enorme puerta
y se percibe la alacena antigua,
esa que quedó tapiada
en la vieja casa familiar.
Bajo la escalera hay un pequeño cuarto
donde se guardaban los tesoros del campo.
Allí solía esconderme de niña
para escuchar mi respiración.
Entre este y aquel tiempo tan solo han pasado
unos cuantos amaneceres de sueño,
las manos de mi padre en sus libros de estudio,
la partitura de un mañana que terminó.
Aún palpita el zaguán entre la ceniza
y transitan por él los gatos de la memoria.
No existe en el mundo un agua tan quieta
que no me traiga su rumor.
* * *
SILOS
En los sótanos
de los grandes almacenes
se escribe la historia
que nos llevó hasta allí,
hasta las carreteras secundarias
de los pueblos abandonados
de nuestra adolescencia,
mientras esperamos esa llamada
hacia los mares perdidos,
hacia las estaciones solitarias
donde hace mucho que se han ido todos,
hasta el revisor que sonreía
y nos tendía la mano al entrar.
Todo es un paisaje
de silos difuminados,
en medio del campo,
edificios altísimos
que nos miran pasar.