Matrioska

14,00 Impuestos incluidos

Selena Millares

Descripción

MATRIOSKA
Selena Millares
Prólogo de Maria José Bruña Bragado
Madrid, febrero de 2023
Colección Heresiarcas, nº 1
118 páginas, 14 x 21 cm.
Rústica con solapas
ISBN: 978-84-126327-0-5
Precio: 14 euros (IVA incluido)

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EL LIBRO:

El título inicial de este libro, Diosas en la alcantarilla, derivaba de una imagen seminal —la luna reflejada en el agua sucia de las calles— para referirse a historias de mujeres que ocurren en el subsuelo, o al otro lado de la luz, es decir, fuera de foco. Finalmente se impuso Matrioska, porque sus protagonistas viven en espacios donde escasea el aire libre, igual que las muñecas encerradas en ese conocido juguete. Sus historias forman una sola historia, un tema con variaciones, un único concierto para tres voces, con un leitmotiv constante: los cuerpos como campos de batalla, en un combate oscuro que los relega al lugar de la sombra, donde lo siniestro, lo abyecto o lo claustrofóbico se hacen centro del conflicto. Se trata de historias de cada día, y de mujeres de nuestro tiempo que se hacen eco de las antiguas, porque todo vuelve en la noria de los siglos. Revive una y otra vez el maleficio de Casandra, que tuvo el don de la profecía y no fue creída por nadie, ni siquiera cuando anunció la tragedia de Troya. Regresa también Circe, que embrujó a tantos hombres, tal vez para defenderse en un mundo donde a veces no se puede elegir entre ser moscas o arañas. Y sigue Scheherezade tejiendo historias para sobrevivir.

Selena Millares

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DEL PRÓLOGO:
(extracto)

Lo claustrofóbico, la falta de aire y, todavía, de un cuarto propio, como quería Virginia Woolf, es un eje que cruza, desde el propio título o la cita de Houellebecq —«Cuando todos los caminos llevan / a habitaciones cerradas»— este libro audaz, crudo, magnético, necesario, compuesto de tres relatos titula- dos «Cara de Gata», «Gabriela» y «Malak». Las tres historias contenidas, que son muchas más, agitan, perturban, hacen pensar y emocionan.

Las revelaciones o fulguraciones poéticas destellan de manera inesperada ya en el primer cuento, sorprendente por la difícil conjunción entre el realismo feroz, costumbrista, y una tonalidad levemente social, envuelta, a la vez, en un aura o atmósfera mágica, de paisaje antiguo, casi simbolista. En el relato «Cara de Gata» una mirada arqueológica nos traslada, alegóricamente, a un universo en neblina, sin tiempo, que remite también a un presente devastador. Intuitivamente se nos sitúa en ese espacio atemporal, mítico —un poblado que se vuelve laberinto, trampa— y en su sordidez, miseria y hostilidad —sombra, fango, noche turbia— los deseos parecen recuerdo o herida vieja; los seres, ruinas y residuos de otras vidas, detenidos y con escasas rendijas para la luz, para el aire. El propio léxico, ligeramente arcaizante, juega al desvío —«viajante», «hospedería», «jergón», «cantina», «barbería»— y nos topamos con un personaje masculino, solo, que quiere «sentirse vivo», que busca comunicación, fraternidad. Todo lo que le rodea, no obstante, es degradación, desconfianza y suciedad, abyección —«tienducha», «covacha», «fangoso», «sombrío», «tugurio»— en este pueblo de cabañas de barro con techos de paja, en esta noche suspendida. El cuento palpita, misterioso, a partir del recurso a la inquietante extrañeza, a lo siniestro, a la dimensión especular y va derivando hacia la constatación de una comunidad oclusiva en que todos son víctimas y victimarios. Se proyecta así la idea turbadora de cómo se ha construido la historia, de cómo se construye y hereda el lugar simbólico de las mujeres, de los hombres, de las relaciones humanas. Cara de Gata, personaje magníficamente articulado por su forma de hablar, de observar, de actuar, es el resultado de una sociedad hastiada y alienada que repite convenciones y niega el espacio a la mujer libre. Esta nueva Circe, hechicera salvaje, la Diabla, la prostituta remienda-virgos, toma la voz y actúa, y en una conversación subyugadora en cuya deriva se consiguen reflejar los efectos narcóticos, repite la espiral en la que está inmersa: no tiene otra salida que la de la mantis religiosa. El final abierto, pero previsiblemente sombrío, como muestra lo ominoso que permea la semántica y las imágenes del relato, reproduce esa falta de otras ventanas por las que escapar de la mansión de piedra, de una casa del lenguaje —Heidegger dixit— y unas dinámicas y prácticas patriarcales. La casa que seguimos habitando. La mujer aquí se asume como castradora y, en el fondo, se reivindica de este modo un orden aparte, no simétrico al fálico, se denuncia una opresión simbólica que no tiene fin. ¿Cómo dejar de tener alergia a la otredad, como reivindica Lévinas?, ¿cómo hacer para que el otro, la otra dejen de desempeñar ese papel que la cultura masculina ha asignado al deseo?, ¿cómo combatir esa tradición de textos y costumbres sucesivas y despertar una conciencia humana y ética aletargada?, ¿cómo escuchar?, ¿cómo amar de otra manera?

Este libro es un concierto polifónico, solo a tres voces —como nos indica la autora en sus palabras iniciales—, suficientes para mostrar la degradación de lo femenino y exigir, desde una pulsión estética hecha lenguaje preciso, abrupto, doliente, su necesaria dignificación.

María José Bruña Bragado